Café

Siempre me había considerado un hombre muy cobarde y me odiaba por ello. Un día te vi y simplemente me enamoré de aquella tierna sonrisa y traviesa mirada, eras aquel tesoro que no estaba dispuesto a perder. Me arme de valor y me atreví a invitarte un café, le pusimos fecha y hora. Esa tarde me fui feliz, pues te vería pronto. La mañana de la cita me levanté muy temprano, preparé todo, para tu llegada, me vestí para ti, incluso me peine, me serví una taza de café y mire las manecillas del reloj, las vi girar una y otra vez...se terminó el café.